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Panahi triunfa y renace en Cannes confrontando víctimas y victimarios de la Revolución Islámica

  • El disidente iraní compite con It was just an accident, nuevo ejemplo del cine como acto de resistencia

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Jafar Panahi, en la presentación de 'It was just an accident' en Cannes.
Jafar Panahi, en la presentación de 'It was just an accident' en Cannes. EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

Impresiona ver a Jafar Panahi andando relajado por los pasillos del Palacio de Festivales de Cannes. Hace solo dos años que fue liberado de una prisión iraní tras iniciar una huelga de hambre y estos días concede sus primeras entrevistas en quince años. Tres lustros en los que su cine, reconvertido a la fuerza en un ejercicio de ingenio clandestino, ganaban premios en Venecia, Berlín, y aquí en Cannes

Aplausos en dos direcciones han colmado la presentación de nueva película It was just an accident. Los primeros celebran su nueva normalidad, tras levantar la justicia iraní en 2023 su encarcelamiento —huelga de hambre mediante— y también su arresto domiciliario y la prohibición de salir del país. Panahi se encarna al fin y deja de ser la ‘silla vacía de los jurados’ que ha ocupado simbólicamente demasiados años.

Los segundos, vindican su talento: It was just an accident, otra película rodada sin permiso alguno, ya es aclamada como una de las mejores de la sección oficial y aspirante claro al palmarés. Una película que confronta (aunque la trama mantiene la duda) a víctimas y victimarios desde el humanismo y el particular humor de Panahi.

La trama se inicia cuando un padre de familia, que tiene una pierna ortopédica, atropella a un animal y tiene que llevar su coche a un taller. Con solo escuchar su particular sonido al caminar, el mecánico reconoce al carcelero que le destrozó la vida en nombre de la Revolución islámica.

Decide entonces secuestrarlo, pero dudando de su identidad porque nunca ha visto su rostro, va conociendo y contactando con otros represaliados que se debaten entra la venganza furibunda o alguna satisfacción que repare la injusticia. La fuerte línea argumental está suavizada por el naturalismo y cariño de Panahi a sus personajes y por los golpes de humor, como el de la patrulla de policía que acepta soborno con datáfono.

Panahi cierra un círculo de 16 años de cine disidente de guerrilla

Panahi las ha visto de todos los colores desde su primera detención en 2009, tras asistir al funeral de una estudiante asesinada en la llamada revolución verde. El gobierno islámico calificó su cine de “subversivo”, y, cuando en 2010 anunció su intención de rodar una cinta con el trasfondo de las protestas, fue condenado a seis años de prisión y 20 años de prohibición de salir al extranjero.

Cuando la pena se convirtió en arresto domiciliario, Panahi encontró una rendija produciendo películas de guerrilla, rodadas incluso en su propia casa con un teléfono (Esto no es una película), iniciando una década en la que él mismo se convirtió en protagonista (Taxi Teherán, Los osos no existen) de obras que no pueden verse en su país, pero salían en pendrives al extranjero donde triunfaban en festivales.

La voz de Panahi no se ha apagado nunca, pero con It was just an accident vuelve a las ficciones costumbristas que le hicieron célebre desde los años 90 (justo se cumplen 30 años desde que ganará en Cannes la Cámara de Oro a la mejor ópera prima por El globo blanco).

Panahi (en el centro), con el equipo de 'It was just an accident', en el Festival de Cannes.

Panahi (en el centro), con el equipo de 'It was just an accident', en el Festival de Cannes. REUTERS/Stephane Mahe

Huir o permanecer es el debate al que se enfrentan la mayoría de los cineastas iraníes en estos momentos. El año pasado, Rassoulof se manifestó en la alfombra roja tras fugarse de Irán por las montañas e impactar con La semilla de la higuera sagrada.

En la competición por la Palma de Oro todavía se espera todavía la cinta de Woman And Child, de Saeed Roustaee, una película autorizada por el Gobierno iraní que provocó la protesta contra Cannes de cineastas disidentes, argumentando que si había autorización, había “propaganda”. Un golpe duro para Roustaee, que en 2023 fue condenado a seis meses precisamente por presentar una película en Cannes. El propio Rassoulof ha intercedido por su colega pidiendo distinguir entre películas “propagandísticas” de películas realizadas “bajo las restricciones de la censura”.

Panahi dice no considerarse un cineasta político en el sentido de que sus personajes no defienden tesis, pero sí los define como atravesados por la política. It was just an accident, con su reflexión sobre el perdón, arrepentimiento, reparación y justicia, plantea una pregunta que, aunque ahora resuene utópica, tal vez pueda ser pertinente algún día: ¿cómo podrá superar Irán el trauma de una manera sana?

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