Oliver Laxe: "Mirar adentro es nuestra única herramienta para ser libres"
- El director gallego, Premio del Jurado en Cannes con Sirat, analiza su paso por el festival
- "Sabíamos que veníamos con un trabajo serio, pero la conexión ha sido muy profunda", dice
Cannes, el mayor festival del mundo, tiene una reverencia casi exagerada hacia los autores, que tienen tratamiento casi de jefe de Estado. Salvo para avisarles de su presencia en el palmarés: la llamada llega con poco tiempo y no se específica el premio que recogerán en la ceremonia. El mismo sábado por la mañana, el jefazo de Cannes, Thierry Frèmaux, avisaba a los productores de Sirat, especificando si en la ciudad se encontraba el equipo al completo, lo que alejaba premios de interpretación y dirección, y se acotaba a los tres premios a la producción: Premio del Jurado, Gran Premio del Jurado o Palma de Oro.
Finalmente fue el de menor rango, si es que eso significa algo pensando en Cannes y como el propio Laxe destacaba, premio en mano, tras finalizar la ceremonia. “Cuando te llaman y te dicen que vas a recibir un premio ya está, es la gloria. Estaba muy feliz y no he pensado si podía quedar primero o segundo. Es muy difícil: hablamos de unas películas increíbles, las mejores del año”.
Laxe llevaba en el festival desde hacía 15 días. Su película era una de las primeras en presentarse en la competición oficial, pero aprovechó para alargar su estancia hasta el final y encontrarse con colegas y ver películas. No todas las que quiso: llegó tarde al pase de It was just an accident, de Jafar Panahi, la ganadora de la Palma de Oro. “Me quedé fuera por dos minutos, pero mi equipo quedó profundamente conmovido. ¡Qué bonito perder con gente así!”, celebra. “Soy un amante de Irán, que es uno de los referentes cinematográficos del mundo”.
Su paso por Cannes, analiza, está marcado por dos momentos. “El primero fue el contacto con la cinefilia mundial en la calle, la embriaguez, el éxtasis de la gente con la película. Sabíamos que veníamos con un trabajo serio, pero ha sido una conexión muy profunda”, relata.
El segundo, las negociaciones para distribuir la película en Estados Unidos, finalmente comprados por Neon, una de las compañías claves en los Oscar de los últimos años. “Hicieron una oferta increíble, con una confianza muy marcada. Y hablaban de los Oscar, que es algo donde nunca me he proyectado, como de joven tampoco me proyectaba a Cannes”, confiesa. “Pero pensaban que la película puede conectar con el público joven: ese público que no va al cine, que no tiene referentes, que es posible que no entiendan mi película, pero que las imágenes pueden tener algún efecto en ellos”.
Sirat, planteada como una trama sencilla y exótica: el viaje de un padre y su hijo por el desierto marroquí, acompañados de un grupo de raveros marginales, en busca de la hija perdida, estalla en la segunda parte con sucesos completamente inimaginables para los códigos narrativos tradicionales porque Laxe busca una reflexión profunda a través de una parábola extrema.
El mismo día de la ceremonia de clausura, cuando por la mañana volvía a proyectarse Sirat, el apagón que sufrió Cannes y buena parte de los Alpes Marítimos detuvo la proyección en uno de los clímax de la película y muchos espectadores se preguntaron si el parón de las imágenes formaba parte del juego extremo de Laxe.
“Lo que quiero, con muy buena intención, en esa voluntad de cuidar al espectador, es que mira adentro. Y mirar a dentro no es fácil, pero estamos en unos tiempos que nos obliga a ello. Y esa es la única herramienta que tiene el ser humano para verdaderamente ser libre”, define.
Laxe traslada a su cine la búsqueda de espiritualidad que ha marcado su vida. “Hay algo en las imágenes que hemos conseguido que remueven al espectador. Francia es un país completamente cartesiano y no eran capaces de analizar la película”, dice. Y, sin embargo, el mensaje de su película, que se asemeja a una parábola religiosa, está ahí, cuando el personaje de Sergi López dice que ha logrado un objetivo porque lo ha hecho ‘sin pensar”’
El cineasta gallego (cineasta francés para la prensa francesa por su nacimiento en París, hijo de inmigrantes trabajadores gallegos) confesaba haber recordado a dos de sus referentes cinematográficos mientras llegaba como premiado al Palacio de Festivales. “En 1983, Robert Bresson y Andrei Tarkovski (que compartieron el premio a la mejor dirección) ganaron aquí. Es el verdadero templo del cine, pienso en los maestros que han pasado por aquí, y también pienso que esto equivale a libertad para mis próximos proyectos”.
Su ilusión ahora es una proyección especial el lunes 26 de la película Navia de Suarna, la aldea gallega donde se crió, en la plaza del pueblo. Para el futuro, y como en Sirat, reconoce que su camino ha sido siempre “no buscar el camino fácil” porque “los espectadores lo que más disfrutamos secretamente es la libertad del autor: que no tenga miedo nos alivia y nos calma”.
Con cinco años entre O que arde y Sirat (que igualmente es un proyecto acariciado desde hace 12 años) especular cuándo llegará su próxima película es imposible. “Soy un artesano, lo que más necesito es tiempo, y eso es fácil de conseguir, para la siguiente película igual tardo ocho años. El premio equivale a más libertad, más valentía, a tirarme al abismo desde más alto con la fe que siempre hay una red debajo sosteniendo”.