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La universidad pública en España, al límite: menos fondos, menos estudiantes y más desigualdad autonómica

  • La infrafinanciación de la que se quejan las universidades se intensifica en Madrid, Cataluña y Andalucía
  • La crisis de sostenibilidad también acecha a otros países de Europa: menos ingresos y cada vez más gastos

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La universidad pública en España: menos fondos, menos estudiantes y más desigualdad

“Si la situación actual es crítica, en pocos años podría volverse catastrófica”. Con estas palabras, a finales de 2024 los Consejos de Gobierno de las seis universidades públicas de Madrid definían la crisis del sistema universitario. Lo hacían en una carta abierta a la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, en la que, tras “más de 15 años de infrafinanciación”, advertían de su insostenibilidad.

En 2023, la partida de ingresos de las universidades públicas españolas superó los 8.100 millones de euros (500 millones más que el año anterior), pero la preocupación por la viabilidad del sistema universitario público persiste. Algunas universidades, como la Complutense de Madrid, se plantean eliminar títulos con poca demanda para sanear sus cuentas. Además, “en Andalucía la situación comienza a ser crítica, en Cataluña lo es hace bastante tiempo y otras comunidades autónomas ya apuntan esa misma tendencia”, explica a DatosRTVE Ricardo Rivero, experto en regulación económica y exrector de la Universidad de Salamanca (USAL).

Las universidades españolas mantienen una gran dependencia de los presupuestos públicos, y desde la crisis de 2008 los niveles de esta financiación “han sido consistentemente bajos”, argumenta Enora Pruvot, experta en gobernanza y financiación de la Asociación Europea de Universidades (EUA). Una “infrafinanciación prolongada y constante”, que ha dañado el sistema, a pesar del “respiro” parcial que las transferencias excepcionales por la Covid-19 dieron a las cuentas de las universidades entre 2020 y 2023.

Ahora, una vez que vuelve a entrar en juego la regla de gasto contemplada en la Ley de Estabilidad Presupuestaria, el estancamiento de la financiación en algunas comunidades empieza a notarse y no hay previsión de que vaya a aumentar. “Los ingresos crecen poco y los gastos e inversiones son y serán cada vez mayores”, evalúa Rivero.

En un escenario en el que las universidades reclaman más dinero para hacer frente a la inflación, que ha encarecido los gastos de funcionamiento y de plantilla, el número de alumnos no solo no aumenta, sino que en muchos casos se reduce. Para Ricardo Rivero, esa caída en matriculaciones es el principal problema del sistema universitario público: “Si una universidad pierde mil estudiantes cada año, ¿puede reclamar incrementos de financiación?”.

Aparte del descenso de la natalidad, otro factor clave del empobrecimiento del sistema universitario público es la proliferación de universidades privadas, que atraen a estudiantes nacionales y, sobre todo, internacionales, ya que generalmente ponen menos trabas burocráticas y ofrecen programas cada vez más competitivos. Aun en detrimento de las familias con menos recursos, la oferta privada interesa a las comunidades, señala el experto, porque atraen a personas de fuera que generan riqueza sin tener que dedicar fondos públicos a su educación.

En esta línea, sobresale el caso de Madrid. La comunidad “facilita la implantación de hasta 14 universidades privadas que absorben el 40% de los estudiantes universitarios privados de toda España, cuando la proporción de jóvenes en Madrid sobre el total del país es del 12%”, explica José Antonio Pérez, autor del informe ‘La universidad española en cifras’ y director de estrategia de recursos de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV).

En Andalucía está empezando a ocurrir lo mismo, especialmente en Málaga, donde los expertos advierten de un “desequilibrio” entre la oferta universitaria pública y privada. Por el contrario, las comunidades con una sola universidad lo tienen más fácil: “Hay regiones como Asturias o Castilla-La Mancha que se han anticipado y han alcanzado acuerdos plurianuales con sus gobiernos regionales” y otras como Navarra o La Rioja “han aprobado medidas para comprometer las inversiones”, explica Ricardo Rivero.

La dependencia autonómica, un arma de doble filo

Los ingresos de las universidades públicas, de media, proceden en un 65% de los gobiernos autonómicos y en torno a un 17%, de la recaudación de tasas y precios públicos, un recurso para paliar la infrafinanciación que también fijan las comunidades. Así, las universidades de Cataluña y Madrid, que reciben en proporción menos fondos autonómicos, son las que más recaudan por matrícula. Esta medida para compensar menores ingresos públicos con mayores ingresos privados, según José Antonio Pérez, no solo limita el acceso a la educación universitaria de las familias con menor renta, sino que no ha ido acompañada de una ampliación de becas y ayudas al estudio.

Pérez recalca que estas diferencias se acentúan respecto al País Vasco y Navarra, cuyo concierto económico proporciona “entre un 60% y un 80%, respectivamente” de más recursos que al resto de regiones para ejercer las mismas competencias, de modo que al final cuentan con mayor financiación por estudiante con un menor esfuerzo relativo.

Ricardo Rivero advierte que si los gobiernos autonómicos no asumen según qué gastos pondrían en apuros al sistema, ya que las universidades tendrían que encajar partidas de cuantías considerables con sus propios recursos. El experto señala de nuevo el caso de las universidades andaluzas y, en concreto, la de Málaga, que tradicionalmente han recibido más recursos que otras comunidades para la financiación de personal –que supone dos tercios del gasto–. Ahora, “cada punto menos del capítulo de personal que las comunidades transfieran a la universidad supone un problemón para sacar adelante su presupuesto”, hace hincapié el experto de la USAL.

Con la presión de la Unión Europea para reducir la deuda del Estado y de las comunidades autónomas, las consejerías de Hacienda no son proclives a incrementar las partidas de todos los servicios públicos y destinar más o menos recursos es, al fin y al cabo, una decisión política. Esta situación está afectando especialmente a las universidades más endeudadas, como las catalanas, cuyo gobierno dedica en torno a un 3,5% de esfuerzo presupuestario a sus universidades públicas, un porcentaje lejano al de las otras regiones más pobladas del país.

Docencia o I+D+i, las dos caras de la financiación universitaria

El experto en gestión de recursos de la UPV, José Antonio Pérez, subraya que es crucial comprender cómo se distribuye la financiación entre docencia e I+D+i. “Las universidades con mayor enfoque en investigación captan más del 30% de los recursos, mientras que las orientadas principalmente a la docencia no superan el 10%”, detalla.

Las marcadas desigualdades territoriales de España también se hacen evidentes en la riqueza que sus comunidades dedican a I+D+i. Mientras Andalucía dedica un 0,26% de su PIB a investigación, Madrid (0,13%), a pesar de ser la comunidad más rica, se sitúa por debajo de la media y Baleares no supera el 0,06%. José Antonio Pérez evalúa que “la financiación para investigación es de mayor intensidad en territorios con una menor renta per cápita, porque, para ofrecer servicios equivalentes, estas comunidades se ven forzadas a invertir una mayor proporción de su renta disponible en gasto universitario”.

Por otra parte, Pérez defiende que la financiación autonómica por estudiante debe ser “similar y armonizada” para garantizar una educación universitaria homologable y que no debe estar supeditada al PIB de cada comunidad. El experto señala que el gasto en docencia es un valor más decisivo que los precios públicos para determinar el nivel de calidad del servicio. En este escenario, vuelve a destacar el caso de Madrid que, a pesar de destinar más de un 70% de su financiación autonómica a docencia, su gasto por alumno es el más bajo. Asimismo, Andalucía, aunque es la que más riqueza destina a I+D+i, en fondos para docencia se sitúa por debajo de la media.

Universidad a universidad: ingresos, gastos y endeudamiento

Sin tener en cuenta la incidencia de la actividad de I+D+i, los fondos autonómicos destinados por alumno muestran que el gasto depende en gran medida del tipo de estudios. Así, universidades politécnicas como la de Cartagena o Valencia casi duplican el gasto medio por alumno, cifrado en unos 6.000 euros. Según el experto de la UPV, este gasto se asocia a la mayor experimentalidad, pero, sobre todo, a su intensidad de gasto como universidades investigadoras.

En el otro extremo, Madrid, la región que menos gasto destina por alumno, presenta diferencias notables entre sus universidades. Mientras que la Politécnica, con una gran incidencia investigadora, supera la media nacional, la Rey Juan Carlos sitúa su gasto en poco más de 2.500 euros por alumno, el más bajo de todo el país. “Se trata de un modelo de intensidad docente con grupos grandes, una singularidad notable dentro del sistema universitario público y también del privado, que tiene grupos mucho más reducidos”, explica Pérez.

Según los presupuestos liquidados de las universidades en 2023, la Complutense de Madrid destaca por haber recibido una de las mayores financiaciones autonómicas, pero también por cerrar el año con el mayor déficit: 65 millones de euros. Según Ricardo Rivero, esta situación “crítica” se debe a que en los últimos años se ha beneficiado de unos fondos extraordinarios. “Ha ido viviendo de un recurso que le ganaron a la Comunidad de Madrid”, que le ha permitido recibir una inyección de financiación, pero ahora que ya no disponen de esa liquidez añadida “no les da” para cubrir los gastos adicionales que han generado. Para José Antonio Pérez, esta situación no deriva de una mala gestión, sino de la elevada cantidad de proyectos de investigación plurianuales que maneja y que alteran el flujo de cada ejercicio.

En ese sentido, los gastos comprometidos en investigación son clave para entender la situación financiera de las universidades, como es el caso de las catalanas, que reciben una gran parte de sus recursos de proyectos europeos o del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Sin embargo, estos fondos suelen estar reservados a fines específicos y, aunque den la impresión de un superávit, en realidad no se pueden reasignar y gastar libremente.

Por otro lado, los remanentes no comprometidos pueden provocar que las comunidades destinen menos financiación porque entienden que la universidad tiene superávit. Este es el caso de la Universidad Autónoma de Madrid, que es la más endeudada respecto a su patrimonio neto debido a su actividad investigadora y que ha equilibrado la infrafinanciación con remanentes de ejercicios anteriores.

Las cuentas anuales de las universidades ofrecen la foto fija de su estado en un momento concreto, aunque el gasto de una universidad puede variar mucho de un año a otro. Por ejemplo, “cuando se adquiere un edificio o se vende u otras circunstancias que pueden incrementar el gasto de manera sustancial y que explicarían cifras o porcentajes disparados de un año”, explica Marina Tomàs, catedrática jubilada de la UAB.

España frente al modelo europeo: el coste de depender del gobierno

En comparación con los modelos universitarios de otros países de Europa, la experta en gobernanza y financiación de la Asociación Europea de Universidades (EUA), Enora Pruvot, señala que el problema fundamental de las universidades públicas españolas es la combinación de una infrafinanciación prolongada en el tiempo –acentuada por recortes drásticos durante más de una década– y de una rigidez normativa.

La autonomía de las universidades españolas es baja o media-baja y su sistema, al igual que el francés, es muy grande y bastante rígido, es decir, que las universidades tienen poca capacidad de acción”, explica. Existe, por ejemplo, una regulación estricta sobre la contratación de personal que conlleva que “una universidad podría tener menos estudiantes, pero no podría despedir a 20 profesores”, lo que es al mismo tiempo una limitación y una forma de no “dañar a la institución”.

Esta rigidez a la hora de tomar sus propias decisiones presupuestarias ensancha la distancia con la media europea. En España, la financiación pública universitaria supone un 0,82% del PIB y para equipararse al 1,08% de la Unión Europea habría que destinar al menos 3.000 millones de euros adicionales en financiación.

Los países de Europa se hallan inmersos en un debate similar sobre cómo hacer más eficientes sus universidades, y en este contexto surgen estrategias como la financiación basada en el rendimiento de sus actividades (matriculaciones o publicaciones científicas), convenios y políticas públicas para alcanzar objetivos o fusionar universidades para optimizar recursos a medio o largo plazo.

En un contexto en el que el gasto sigue en aumento como consecuencia de la inflación, las universidades europeas no esperan que la financiación continúe creciendo durante los próximos cinco años y tendrán que pensar en cómo obtener ingresos de otras fuentes, por ejemplo, asociándose con empresas. “Se trata de desarrollar una cartera de actividades sólida, donde las universidades generen ingresos de empresas, a través de contratos de investigación, educación o incluso servicios derivados, por ejemplo, de su patrimonio inmobiliario”, explica la experta. Sin embargo, esto no siempre es posible.

En esa línea, Pruvot respalda la preocupación de los rectores de las universidades españolas, algo que también reclaman e incluso se manifiestan en otros países con un régimen similar como Francia y otros sistemas como el de Países Bajos o Inglaterra que también “están llegando al límite de lo que pueden hacer”.

La experta asegura que, más allá de la regulación y los fondos, las universidades europeas deberían trabajar en mejorar su capacidad como instituciones estratégicas: “Pueden hacer campaña diciendo que están infrafinanciadas y que necesitan más dinero, pero también pueden estar preparadas, tener una estrategia sólida a largo plazo que las proteja, en cierta medida, de la vulnerabilidad y la incertidumbre”. Sin embargo, para dejar de ser “receptoras pasivas”, necesitan que “se abran algunas puertas” en términos de lo que se les permite hacer y de cómo conseguir ese apoyo.

Sobre esta información

Para calcular la distribución de ingresos que reciben las universidades públicas de España, se ha seguido la base de datos del Ministerio de Universidades. El Sistema Integrado de Información Universitaria (SIIU) recoge los derechos reconocidos netos aportados en la sección de indicadores de ejecución del presupuesto de ingresos

Tanto para cada universidad como para las comunidades autónomas, se han considerado los derechos reconocidos netos aportados por las comunidades autónomas (suma de los conceptos 45 y 75), el Estado (suma de los conceptos 40 y 70 de la misma base de datos) y el grueso obtenido por tasas y precios públicos. En los datos específicos por universidades no se han considerado las no presenciales (UNED, UIMP) porque su fuente fundamental de ingresos es estatal y tampoco la Universidad Internacional de Andalucía porque solo imparte estudios de postgrado.

El esfuerzo presupuestario que cada comunidad autónoma destina a financiación de sus universidades públicas parte de la suma de las transferencias corrientes (concepto 45) y transferencias de capital (concepto 75) de cada región entre el estado de liquidación del presupuesto de ingresos referente a las operaciones no financieras, recogido por el Ministerio de Hacienda.

Con el objetivo de determinar en qué se emplea la financiación autonómica, se parte del análisis aún no publicado de los investigadores J. A. Pérez García y J. Hernández Armenteros, quienes dividen los fondos en función de su destino, docencia o I+D+i. Para calcular el gasto destinado a docencia, se divide la financiación dedicada a esta actividad entre el número de estudiantes matriculados. En el caso de calcular cuánta financiación se destina a investigación, es decir, a generar riqueza, se dividen estos fondos entre el PIB del año anterior. 

Para obtener el gasto por alumno de cada universidad no se ha tenido en cuenta la incidencia de la actividad investigadora, sino que se ha dividido la financiación total autonómica entre el estudiantado de grado, máster y doctorado de cada institución. Los conceptos que hacen referencia a los ingresos de las comunidades no siempre coinciden en el artículo 45 y 75, por ejemplo, en el caso de las universidades de la Comunidad Valenciana, los ingresos de la Generalitat se encuentran en los artículos 43 y 73. 

Por último, para calcular la liquidación de presupuesto de cada universidad, se ha restado el total de los derechos reconocidos netos (sin tener en cuenta remanentes afectados y no afectados) al total de obligaciones reconocidas netas. Esta información se encuentra en sus cuentas anuales.

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